“Para mi solo recorrer los caminos que tienen corazón,
cualquier camino que tenga corazón.
Por ahí yo recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo.
Y por ahí yo recorro mirando, mirando, sin aliento.”
Don Juan
Éste es el primero de una serie de artículos acerca de lo que he dado en llamar “El Ajedrez Iniciático”. ¿A que me refiero con este titulo? Al ajedrez llevado un paso mas allá. Me explico. El ajedrez convencional como un juego de competencia es capaz de desarrollar en el jugador capacidades estratégicas, mejor memoria, capacidad lógica y talento espacial. La inteligencia alcanza nuevas alturas. Pero el Ajedrez iniciático lo lanza a conquistar un desarrollo espiritual: a comenzar el camino del guerrrero.
En la mayoría de las tradiciones espirituales la figura del guerrero es la del discípulo que ha encontrado un camino de evolución. Evolución que marca la diferencia entre ser un simple humano presa de su naturaleza instintiva y el ser humano en plena realización. El objetivo del ajedrecista convencional es derrotar al contrincante. Pero en el Ajedrez Iniciático la meta es derrotarse a si mismo: acabar con los defectos de personalidad y, a fin de cuentas, con el Ego mismo. Es un camino trascendental, mistico.
¿A que defectos de personalidad me refiero? A la soberbia, que esclaviza al ser a gastar su energía tras la fantasía de que es mejor que los demás. A la avaricia, que lanza a la persona a ambicionar cada vez más, volviéndose ciego a las necesidades de los demás. Al odio, que lleva al individuo a proyectar su violencia interna en el contrincante. A la impaciencia, que aleja del valor positivo de la paciencia, compañera inseparable de la sabiduría. Al ego mismo, que es la fuente de todos los apegos que nos mantienen presos de una cierta imagen y nos mantienen en la cárcel de la rigidez.
El tablero en el Ajedrez iniciático enfrenta al jugador consigo mismo. Durante la partida se vuelven evidentes sus defectos de carácter: es entonces una oportunidad para luchar contra ellos y eliminarlos.
En el Ajedrez como en la vida no importa ganar o perder: importa lanzarse al juego y disfrutarlo a fondo, entregarse al momento presente y como guerreros impecables poner todo el ser en el juego. Para lograr la espontaneidad hay que entregarse totalmente al momento presente: sin ambigüedades, ataduras ni reservas. Ser el momento. Se puede acceder entonces a una experiencia vital capaz de darnos la libertad de alcanzar la plenitud: sin apegos ni ambiciones, sin odio y sin otras emociones esclavizantes.
El Ajedrez Iniciático es la última frontera para el Ajedrecista comprometido. Es el reto máximo. ¿Estás listo para enfrentarlo?
Dr. Rubén Mendoza Ruvalcaba
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